Comida tranquila
Como todos los años en junio,
ayer nos juntamos a comer unos cuantos amigos. 10. Esta vez fue fácil
organizarse, gracias a las ventajas que ofrece Whatsapp, que para eso de
unificar criterios es bestial. Al llegar a casa de los anfitriones, todos sin
excepción y por pura educación y por las ganas –lógicas- que teníamos de saber
de los demás tras tanto tiempo, dejamos los teléfonos móviles encima de la
mesa. No abrimos la boca en seis horas. Uno de ellos iba tan ciego de chupitos
de finas hierbas que tecleaba con el naso. Yo, que era el encargado de
reponerles a todos la priva, me impacientaba, porque el tío no daba una: en
lugar de mandarme a mí el pedido por whats, se lo mandaba a su mujer, que hacía
como que no leía, el otro entonces me mandaba uno que a ver qué pasaba, yo le
contestaba que yo las ganas se las notaba pero que me ciño a lo que leo, le
preguntaba a su mujer, la otra se escudaba y así toda la tarde. Hubo un chupito
que tardó en llegarle 45 minutos. Estábamos codo con codo. Sobre todo él. Me lo
pedía, pero no que se lo pasara. Y giraba en sentido contrario. Se le
calentaban. Por supuesto, cada uno nos trajimos nuestros cargadores y una
alargadera que pusimos en mitad de la mesa. Javier –de eso no tuvimos ninguna
duda. Lo comentamos entre nosotros, incluso. Y formamos un grupo de 8 en cuanto
lo notamos. Ya no distinguíamos cuál era mensaje de grupo de cuál no. El
borracho bastante tenía con no teclear la pantalla de la tele- le tiró los
tejos sin protocolos a Yolanda, que ya era hora, después de más de 30 años de casaos. Luego cayó un rayo, se fue la
luz, pasaron cosas terribles pero esperables, alguien gritó y pagó la comida.
Salimos como pudimos de allá, tropezando entre emoticonos, y el año que viene
más pero solo con la mano izquierda y qué bien.
1 Comments:
http://www.youtube.com/watch?v=cEGOXaWhk-4
Salud
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